En el primer semestre de 2025, el sector construcción del Perú creció un 4,7%, su mejor desempeño en cuatro años, impulsado por la inversión pública, el consumo de cemento y proyectos estratégicos en todo el país. Obras emblemáticas como el Viaducto de Lurín, hospitales regionales y sistemas de agua potable han dinamizado la economía y generado más de 120.000 empleos. La inversión privada en minería, energía y transporte también aportó al crecimiento, beneficiada por la baja de insumos como acero y asfalto. Ciudades como Lima, Trujillo, Arequipa y Piura lideran la demanda de vivienda. CAPECO proyecta cerrar el año con un crecimiento cercano al 4%, consolidando a la construcción como motor económico. El reto será mantener este impulso con obras sostenibles, menos burocracia y mayor capacitación laboral.
Fecha:Tuesday 12 Aug de 2025
Gestor:INSTITUTO IDARC
El sector construcción peruano ha marcado un desempeño histórico en el primer semestre de 2025, registrando un crecimiento de 4,7% respecto al mismo periodo del año anterior, consolidándose como uno de los motores más dinámicos de la economía nacional. Este resultado, el mejor en los últimos cuatro años, refleja el impulso de la inversión pública, el mayor consumo de cemento y la reactivación de proyectos de infraestructura estratégicos a nivel nacional.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), el consumo interno de cemento —indicador clave de la actividad constructora— aumentó 7,7% en mayo, debido principalmente a la ejecución de obras de gran envergadura como carreteras, hospitales, proyectos de saneamiento y puentes, así como a un mayor dinamismo en el sector inmobiliario.
Por el lado de la inversión privada, se registró un repunte en proyectos de infraestructura vinculados a la minería, energía y transporte, motivado por la estabilidad en los precios internacionales de minerales y el avance en concesiones.
Expertos del sector señalan que la combinación de mayores transferencias de recursos a gobiernos regionales y locales, junto con un clima de relativa estabilidad política en la primera mitad del año, han permitido acelerar la ejecución de obras.
Además, la reducción en los costos internacionales de ciertos insumos como acero y asfalto ha contribuido a dinamizar la construcción, mientras que la mayor disponibilidad de financiamiento hipotecario ha impulsado la demanda de viviendas, en especial en Lima Metropolitana y ciudades intermedias como Trujillo, Arequipa y Piura.
Entre los proyectos que han jalonado el crecimiento se encuentran:
Estos proyectos no solo generan infraestructura, sino también empleo formal directo e indirecto, beneficiando a miles de familias.
La construcción representa cerca del 6% del PBI nacional y es una de las principales generadoras de empleo en el país. El Ministerio de Trabajo estima que, solo en el primer semestre, se crearon más de 120.000 nuevos puestos de trabajo vinculados directa o indirectamente al sector, especialmente en mano de obra no calificada y servicios de apoyo.
La Cámara Peruana de la Construcción (CAPECO) proyecta que, si la tendencia se mantiene, el sector cerrará el año con un crecimiento de entre 3,8% y 4,2%, cifra que consolidaría su papel protagónico en la recuperación económica post-pandemia.
No obstante, advierten que existen retos importantes, como la reducción de la burocracia en licitaciones, la lucha contra la corrupción en obras públicas y la necesidad de mayor capacitación de mano de obra para responder a las nuevas exigencias técnicas.
El buen desempeño del sector no solo tiene un efecto inmediato en el empleo y el PBI, sino que sienta las bases para una mayor competitividad del país. La modernización de carreteras, puertos, aeropuertos y sistemas de transporte urbano permitirá reducir costos logísticos y mejorar la conexión entre regiones, impulsando así el comercio interno y las exportaciones.
Conclusión:
El crecimiento del 4,7% en el primer semestre confirma que la construcción sigue siendo uno de los pilares más sólidos de la economía peruana. Su dinamismo es clave para el desarrollo territorial, la generación de empleo y la mejora de la calidad de vida de la población. El reto, de cara a los próximos años, será sostener este impulso en un contexto de demandas sociales crecientes y necesidad de obras más sostenibles y resilientes.