En medio de la discusión nacional sobre el incremento del salario mínimo para 2026, la Cámara Colombiana de la Construcción (Camacol) lanzó una advertencia clara: un aumento desproporcionado, especialmente si alcanza cifras de dos dígitos, podría tener efectos adversos significativos sobre el precio de la vivienda, la viabilidad de los proyectos inmobiliarios y el empleo en el sector constructor.
La posición fue expuesta por Guillermo Herrera, presidente de Camacol, quien subrayó que la decisión sobre el salario mínimo debe tomarse con criterios técnicos, responsables y alineados con la realidad económica del país, considerando su impacto directo en sectores intensivos en mano de obra como la construcción.
Según Camacol, el incremento del salario mínimo no solo afecta a los trabajadores, sino que incide de forma directa en la estructura de costos de los proyectos de vivienda, especialmente en la Vivienda de Interés Social (VIS).
Herrera explicó que, en este tipo de proyectos, la mano de obra directa representa más del 20 % del costo total de construcción. Un aumento acelerado del salario mínimo se traduce, por tanto, en un encarecimiento inmediato de los proyectos, presionando al alza los precios finales que deben pagar los compradores.
Este escenario, advierte el gremio, podría reducir la capacidad de acceso a vivienda propia de miles de hogares, en un contexto donde el mercado ya enfrenta retos importantes como tasas de interés elevadas, menor demanda y restricciones de financiamiento.
Desde la perspectiva del sector, un ajuste salarial elevado podría poner en riesgo la rentabilidad y sostenibilidad de numerosos proyectos, especialmente aquellos orientados a segmentos de ingresos medios y bajos.
Camacol señaló que los desarrolladores podrían verse obligados a:
Postergar o cancelar proyectos en etapa de planeación.
Reducir el ritmo de ejecución de obras en curso.
Ajustar diseños y especificaciones para contener costos, afectando la calidad.
Estas decisiones tendrían un efecto en cadena sobre la oferta de vivienda nueva, profundizando el déficit habitacional y reduciendo la dinámica del sector.
El gremio también alertó sobre el impacto laboral. La construcción es uno de los principales generadores de empleo en Colombia, con una alta participación de trabajadores formales y no calificados.
Un aumento significativo del salario mínimo, sin un crecimiento equivalente en la productividad o en la demanda, podría llevar a:
Menor contratación de personal en obra.
Sustitución de mano de obra por procesos más mecanizados.
Mayor informalidad laboral en pequeñas y medianas constructoras.
Camacol advirtió que, lejos de fortalecer el empleo, un incremento mal calibrado podría debilitar la generación de puestos de trabajo, afectando a uno de los sectores más sensibles del mercado laboral.
Guillermo Herrera insistió en que Camacol no se opone a los ajustes salariales, pero enfatizó que estos deben responder a variables económicas reales, como:
Inflación observada y esperada.
Crecimiento de la productividad.
Capacidad de absorción de los sectores productivos.
“El debate sobre el salario mínimo debe ser serio, técnico y responsable, porque sus efectos trascienden el ingreso mensual de los trabajadores y terminan impactando la economía en su conjunto”, señaló el presidente del gremio.
La advertencia de Camacol se suma a otras voces del sector productivo que piden cautela en la definición del salario mínimo para 2026. En el caso de la construcción, el gremio subraya que cualquier decisión tendrá consecuencias directas en el acceso a vivienda, la inversión privada y el empleo.
En un momento en que Colombia busca reactivar el sector edificador y reducir el déficit habitacional, el resultado de esta discusión será determinante para el rumbo de la vivienda social, el desarrollo urbano y la estabilidad del mercado inmobiliario en los próximos años.