La construcción no residencial en América Latina proyecta un crecimiento sostenido del 7,1 % en 2025 y del 7,4 % en 2026, según BBVA Research. El auge del comercio electrónico, la digitalización y la reactivación industrial alimentan la demanda de nuevos espacios logísticos, oficinas modernas y centros de servicios. La reducción gradual de las tasas de interés mejora el acceso al financiamiento y dinamiza la inversión privada. Esta tendencia marca un giro estructural hacia una infraestructura empresarial más competitiva.
Fecha:Friday 11 Jul de 2025
Gestor:INSTITUTO IDARC
Durante los años 2025 y 2026, el segmento de construcción no residencial será uno de los pilares del crecimiento en el sector edificador. Según BBVA Research, este tipo de obras —que abarca oficinas, centros comerciales, naves industriales y plataformas logísticas— experimentará un crecimiento del 7,1 % en 2025 y del 7,4 % en 2026. Se trata de cifras sólidas que superan el promedio del sector y que confirman un cambio estructural en la demanda de infraestructura empresarial. El impulso proviene principalmente de nuevas necesidades productivas y comerciales en un contexto de transformación tecnológica.
Las empresas buscan infraestructura moderna que permita operar con eficiencia, flexibilidad y conectividad. Desde oficinas corporativas más compactas y digitales hasta centros logísticos adaptados al comercio electrónico, la construcción no residencial se ha convertido en el reflejo físico de la nueva economía. A ello se suman los planes de expansión industrial en países como México, Brasil, Colombia y Perú, donde el nearshoring y la relocalización de procesos están demandando nuevas plantas de producción, centros de distribución y espacios de almacenamiento automatizado.
El comercio electrónico es uno de los principales motores del crecimiento en la construcción no residencial. Las plataformas de venta en línea requieren centros de distribución altamente eficientes, próximos a los núcleos urbanos y conectados a redes viales de calidad. Este nuevo paradigma ha generado una fuerte demanda por bodegas logísticas, centros cross-docking y hubs de última milla, que necesitan soluciones constructivas modernas y escalables. En muchos casos, las empresas optan por edificios modulares, con sistemas automatizados y sensores integrados.
Este auge logístico está transformando la periferia de las grandes ciudades. En zonas tradicionalmente agrícolas o industriales ahora emergen complejos logísticos con altos estándares de sostenibilidad, energía renovable y tecnología inteligente. Este fenómeno no solo responde a las necesidades de gigantes como Amazon, Mercado Libre o Falabella, sino también a la expansión de pequeños y medianos operadores logísticos que requieren almacenes adaptables y conectividad asegurada. La construcción acompaña esta evolución con diseños flexibles, plazos cortos y soluciones de ingeniería eficientes.
Lejos de lo que muchos anticipaban tras la pandemia, las oficinas no han desaparecido. Por el contrario, están viviendo una transformación profunda en su diseño, funcionalidad y propósito. La demanda ya no se enfoca en grandes edificios monouso, sino en espacios adaptables, híbridos y tecnológicos. Empresas de todos los tamaños buscan oficinas que permitan integrar presencialidad y teletrabajo, fomentando la colaboración, la creatividad y el bienestar. Este cambio ha impulsado un auge en la construcción de coworkings, edificios inteligentes y espacios compartidos.
Los desarrolladores inmobiliarios están respondiendo con proyectos que combinan eficiencia energética, conectividad digital y ubicación estratégica. Áreas comunes, zonas verdes, salas multiuso y estacionamientos para bicicletas son ahora parte del estándar. Además, el rediseño de oficinas existentes —a través de remodelaciones y actualizaciones tecnológicas— también impulsa la actividad constructiva. Las ciudades capitales de América Latina están viendo emerger distritos empresariales más dinámicos, donde la infraestructura acompaña las nuevas formas de trabajar.
La reconfiguración de las cadenas globales de valor ha incentivado una nueva ola de inversión industrial en América Latina. Empresas multinacionales buscan acercar sus plantas de producción a los mercados de consumo o diversificar su localización para reducir riesgos logísticos y geopolíticos. Esta estrategia, conocida como nearshoring, ha generado un renovado interés en la construcción de parques industriales, naves de ensamblaje, laboratorios y centros de investigación. México, en particular, se ha posicionado como un hub manufacturero regional gracias a su cercanía con EE.UU.
Otros países también están recibiendo inversiones industriales en sectores como alimentos, farmacéutica, automotriz y energías renovables. Esto ha reactivado la demanda por suelo industrial y servicios complementarios como carreteras, energía eléctrica y conectividad digital. En respuesta, la construcción no residencial se adapta a los nuevos requerimientos: plantas con espacios abiertos, techos altos, resistencia estructural, ventilación adecuada y cumplimiento normativo. Esta dinámica diversifica la matriz productiva y aporta empleo de calidad en zonas fuera de los grandes centros urbanos.
Además de oficinas, industria y logística, el segmento no residencial también crece en áreas de servicios intensivos en tecnología. Uno de los ejemplos más evidentes es la expansión de centros de datos (data centers), que requieren condiciones especiales de infraestructura: refrigeración, seguridad eléctrica, control climático y conectividad permanente. Empresas de tecnología, telecomunicaciones y banca están invirtiendo en estos activos estratégicos, generando una nueva tipología constructiva de alta complejidad y exigencia.
En paralelo, sectores como salud y educación demandan nuevos espacios adaptados a los cambios demográficos y tecnológicos. Clínicas privadas, laboratorios, universidades y centros de formación están ampliando o renovando sus instalaciones, con criterios de sostenibilidad y digitalización. Las construcciones deben integrar redes informáticas, accesibilidad, seguridad y eficiencia energética. Estos desarrollos no solo impactan en la calidad de los servicios, sino también en el empleo calificado que generan, siendo fundamentales para el tejido urbano contemporáneo.
Un elemento clave para el crecimiento proyectado del sector es la mejora en las condiciones financieras. Tras años de política monetaria restrictiva para contener la inflación, varios países de la región han iniciado una reducción progresiva de sus tasas de interés. BBVA Research estima que en 2025 la tasa promedio bajará del 9,5 % al 8,3 %, y en 2026 podría llegar al 7,75 %. Este alivio monetario facilita el acceso al crédito corporativo y mejora la viabilidad de proyectos constructivos de gran escala.
Con un costo del dinero más bajo, las empresas pueden financiar nuevos edificios, renovar activos existentes o invertir en soluciones tecnológicas sin comprometer su rentabilidad. Además, la mayor disponibilidad de líneas de financiamiento específicas para infraestructura productiva permite diversificar fuentes de capital. Bancos de desarrollo, fondos inmobiliarios y entidades multilaterales han comenzado a financiar obras no residenciales bajo esquemas mixtos, lo que también reduce el riesgo financiero para los desarrolladores privados.
La construcción no residencial está incorporando de forma acelerada criterios de sostenibilidad y transformación digital. Esto no solo responde a exigencias normativas, sino a una nueva demanda empresarial. Los proyectos actuales deben integrar eficiencia energética, reducción de huella de carbono, gestión inteligente de recursos y conectividad digital desde el diseño. Tecnologías como BIM (Building Information Modeling), sensores IoT, sistemas de climatización automatizados y certificaciones LEED o EDGE son cada vez más comunes.
Este enfoque de construcción inteligente permite reducir costos operativos a largo plazo, mejorar el confort de los usuarios y elevar el valor de los activos inmobiliarios. Las empresas están dispuestas a pagar más por edificios que ofrezcan ahorros energéticos, calidad del aire interior y sostenibilidad certificada. Esta tendencia impulsa la aparición de constructoras especializadas, arquitectos tecnológicos y proveedores de servicios digitales integrados al proceso constructivo. La infraestructura se convierte así en una plataforma de eficiencia y competitividad.
El crecimiento de la construcción no residencial no se concentra exclusivamente en las grandes capitales. Ciudades intermedias como Bucaramanga, Campinas, Arequipa, Rosario, León o Culiacán están viendo una expansión importante de proyectos logísticos, comerciales e industriales. Esto se debe a varios factores: menor costo del suelo, incentivos locales, conectividad regional y disponibilidad de mano de obra. Las inversiones no solo transforman el entorno urbano, sino que generan nuevas centralidades económicas en el territorio.
Este fenómeno permite descentralizar el desarrollo, reducir la presión sobre las metrópolis y crear polos de innovación en ciudades más pequeñas. La construcción juega un papel articulador entre territorio y economía, permitiendo materializar la estrategia de crecimiento policéntrico. A medida que se consolidan parques industriales, centros de innovación, universidades y oficinas en estas regiones, se genera un efecto de arrastre sobre otras actividades, incluyendo vivienda, comercio y transporte. Las ciudades intermedias serán protagonistas del próximo ciclo edificador.
Pese a las proyecciones optimistas, el sector enfrenta desafíos que podrían frenar su expansión. Uno de los más notorios es la demora en la aprobación de permisos de construcción, licencias ambientales y habilitaciones municipales. En muchas ciudades, los procesos administrativos siguen siendo lentos, opacos o sujetos a arbitrariedad, lo que encarece y retrasa los proyectos. La simplificación normativa y la digitalización de trámites son tareas urgentes para no frenar la inversión.
Otro reto es la disponibilidad de suelo adecuado en zonas con buena conectividad y servicios. En varios países, los desarrolladores enfrentan dificultades para adquirir terrenos con vocación logística o industrial, debido a restricciones urbanísticas, conflictos de propiedad o carencia de infraestructura básica. Esto obliga a replantear planes reguladores, generar zonas económicas especiales y habilitar parques empresariales. Además, la escasez de mano de obra calificada en ciertos rubros técnicos puede limitar la ejecución de obras complejas en plazos competitivos.
La construcción no residencial se encamina a ser el motor más dinámico del sector en América Latina durante 2025 y 2026. Impulsada por la digitalización, el auge del comercio electrónico, la reindustrialización y una mejoría financiera, esta tendencia representa una transformación estructural del tejido urbano y económico. Más allá del ladrillo y el concreto, lo que se construye son espacios para una economía en cambio: más conectada, más sostenible y más descentralizada.
Los gobiernos, empresas y desarrolladores tienen ante sí la oportunidad de capitalizar esta dinámica para generar empleo, aumentar productividad y elevar la calidad de los entornos construidos. El desafío está en remover obstáculos normativos, mejorar la planificación territorial y garantizar condiciones estables de inversión. Si se aprovecha el momento, la construcción no residencial marcará un punto de inflexión hacia una infraestructura empresarial más moderna, competitiva y resiliente en la región.