En abril de 2025, México marcó un hito en materia de infraestructura ferroviaria con el inicio oficial de la construcción del Tren México–Querétaro. Este ambicioso proyecto se convierte en uno de los ejes centrales del plan nacional de conectividad y movilidad, impulsado con el objetivo de modernizar el transporte terrestre, reducir tiempos de traslado, fortalecer las economías regionales y fomentar el desarrollo urbano sostenible.
Con una longitud total de 225 kilómetros, esta nueva vía férrea conectará la Ciudad de México con Santiago de Querétaro, atravesando importantes núcleos urbanos del centro del país y ofreciendo una alternativa moderna, eficiente y ecológica frente al transporte automotor. A lo largo de su trazado, el tren contará con paradas estratégicas que incluirán estaciones en puntos clave como Buenavista (CDMX), San Juan del Río y Querétaro, facilitando el acceso a millones de personas y promoviendo la descentralización económica de la capital.
El Tren México–Querétaro ha sido catalogado como una obra de alta prioridad nacional debido al impacto estratégico que tendrá en términos de movilidad y desarrollo económico. La zona centro del país es la región más densa en población, actividad industrial, y comercio, y también es una de las más congestionadas en cuanto a tráfico vehicular.
Con este nuevo sistema ferroviario de pasajeros, se estima que diariamente más de 20 mil personas podrán movilizarse entre ambos estados, reduciendo considerablemente los tiempos de traslado que actualmente pueden superar las 4 horas en horarios pico. Una vez concluido el proyecto, el trayecto completo en tren se realizará en aproximadamente 90 minutos.
Más allá de la reducción de tiempos, el tren tiene el potencial de descongestionar la autopista México–Querétaro, una de las más transitadas del país, lo cual impactará directamente en la disminución de accidentes viales, ahorro de combustibles y reducción de emisiones contaminantes. Esta perspectiva de movilidad sostenible se alinea con los compromisos internacionales de México en materia de medio ambiente y cambio climático.
Uno de los aspectos más destacados del proyecto es la magnitud de la inversión pública y privada que moviliza. Se prevé una inversión superior a los 75,000 millones de pesos mexicanos, lo cual lo convierte en uno de los proyectos ferroviarios más significativos de los últimos años en el país.
Esta inversión no solo se destinará a la construcción de la infraestructura ferroviaria, sino también a la adquisición de trenes de alta eficiencia, la construcción de estaciones modernas con accesibilidad universal, sistemas de control y seguridad ferroviaria, y obras complementarias en conectividad vial e integración urbana.
Durante su fase de construcción, el proyecto generará más de 490,000 empleos directos e indirectos. Este impacto en el empleo es especialmente relevante para sectores como la construcción civil, ingeniería, arquitectura, logística, manufactura y servicios. Las obras también activarán economías locales, impulsando la demanda de materiales de construcción, transporte de maquinaria, hospedaje de trabajadores, servicios alimentarios, y otros rubros conexos.
Además, se contempla que una vez en operación, el sistema ferroviario contribuya a la generación de empleos permanentes en áreas técnicas, operativas, administrativas y de mantenimiento, consolidando una cadena de valor sostenible a largo plazo.
El diseño del Tren México–Querétaro contempla el uso de trenes de última generación, con capacidades de desplazamiento que superarán los 160 km/h. Estos trenes estarán equipados con tecnologías avanzadas en confort, eficiencia energética y reducción de ruido, lo cual garantizará una experiencia de viaje cómoda y segura para los usuarios.
Se incorporarán sistemas automáticos de control ferroviario que permitirán una operación precisa, reduciendo los márgenes de error humano y mejorando la eficiencia del servicio. La infraestructura será monitoreada a través de un centro de control ferroviario que funcionará las 24 horas del día, los 365 días del año, garantizando la continuidad y calidad del servicio.
Asimismo, el diseño de las estaciones contempla zonas de embarque y desembarque accesibles, elevadores, rampas, señalización para personas con discapacidad, y espacios comerciales que permitirán ofrecer servicios complementarios como cafeterías, transporte urbano, y áreas de espera.
En materia de seguridad, el proyecto prevé cercas de contención en todo el trayecto, pasos vehiculares elevados y subterráneos para evitar cruces no autorizados, sistemas de videovigilancia, y coordinación constante con cuerpos de emergencia y protección civil de cada estado.
La sostenibilidad es uno de los pilares fundamentales de este proyecto. Desde la etapa de planeación se han contemplado acciones para mitigar el impacto ambiental, reducir la huella de carbono y conservar los ecosistemas a lo largo del trazado ferroviario.
Entre las medidas destacadas se encuentran la revegetación de zonas intervenidas, construcción de pasos de fauna, uso de materiales reciclables y de bajo impacto, así como la reutilización de agua en las instalaciones operativas.
También se ha hecho énfasis en el uso de trenes eléctricos o híbridos, que contribuirán significativamente a la reducción de emisiones de gases contaminantes en comparación con el transporte automotor tradicional. Este avance responde a la necesidad urgente de crear infraestructura moderna con visión ambiental y responsabilidad intergeneracional.
La llegada del tren representa una oportunidad única para reordenar el crecimiento urbano en torno a los corredores ferroviarios. Los gobiernos locales ya están diseñando planes maestros de desarrollo que contemplan la creación de zonas habitacionales, comerciales, industriales y de servicios en torno a las estaciones del tren.
Este modelo de “desarrollo orientado al transporte” (DOT) busca evitar la expansión desordenada de las ciudades, promoviendo la densificación inteligente, la conectividad intermodal y el uso mixto del suelo. En este sentido, el proyecto también impulsará una mayor integración entre el tren y otros modos de transporte como el metro, el autobús urbano, taxis y ciclovías.
El potencial de revitalizar zonas urbanas degradadas, modernizar los centros de transferencia modal y mejorar la calidad del espacio público convierte al Tren México–Querétaro en un catalizador del desarrollo territorial armónico y sustentable.
El proceso de ejecución del proyecto ha sido acompañado por un esquema de comunicación directa con las comunidades impactadas. Se han realizado asambleas informativas, consultas y mecanismos de participación ciudadana para garantizar que las preocupaciones sociales y culturales sean consideradas.
En zonas rurales, se han establecido mesas de trabajo para atender temas relacionados con la tenencia de la tierra, reubicación de viviendas o negocios, y medidas compensatorias por afectaciones derivadas de la construcción. Además, se están promoviendo convenios con instituciones educativas y centros de capacitación para preparar a la población local en las habilidades que requerirá la operación del tren, con el fin de integrar mano de obra regional al proyecto.
Este enfoque participativo es fundamental para garantizar que el desarrollo se realice con legitimidad social, transparencia y respeto a los derechos humanos y al patrimonio cultural de las comunidades.
Se estima que el Tren México–Querétaro estará plenamente operativo en el año 2029. A partir de entonces, comenzará una nueva etapa en la movilidad nacional, con beneficios tangibles en eficiencia, sostenibilidad y desarrollo económico.
A mediano y largo plazo, el gobierno federal contempla ampliar esta red ferroviaria hacia otros estados del Bajío y el norte del país, conectando Querétaro con León, Guadalajara, San Luis Potosí y eventualmente Monterrey. Esta visión integral podría consolidar una red ferroviaria interconectada que transforme la manera en que se mueven personas y mercancías en el territorio mexicano.
El inicio de la construcción del Tren México–Querétaro representa más que una gran obra de infraestructura; es un símbolo de modernización, cohesión territorial y visión de futuro. Su diseño integral, impacto económico, enfoque ambiental y compromiso social lo convierten en un proyecto ejemplar que marcará un antes y un después en la historia de la movilidad en México.
Mientras las obras avanzan, se fortalece también la esperanza de un país más conectado, más equitativo y mejor preparado para los retos del siglo XXI.