El Plan Nacional de Vivienda 2025 en México, impulsado por la presidenta Claudia Sheinbaum, busca construir 186,000 viviendas nuevas, recuperar 600,000 abandonadas y entregar un millón de escrituras. Este programa tiene un enfoque social, territorial y sustentable. Se prevé la generación de más de 4 millones de empleos. La iniciativa marca un cambio estructural en la política habitacional del país.
Fecha:Saturday 31 May de 2025
Gestor:INSTITUTO IDARC
El gobierno de Claudia Sheinbaum ha anunciado en mayo de 2025 el Plan Nacional de Vivienda, una de las propuestas más ambiciosas en materia habitacional de las últimas décadas en México. El programa contempla la construcción de 186,000 nuevas viviendas, la recuperación de 600,000 viviendas abandonadas y la entrega de un millón de escrituras a lo largo del año. Esta estrategia busca no solo resolver el déficit habitacional, sino también promover el derecho a una vivienda digna como pilar del bienestar social.
La propuesta representa un cambio de paradigma frente a modelos anteriores que privilegiaban la especulación inmobiliaria o urbanizaciones alejadas de los centros urbanos. En esta nueva visión, la vivienda se concibe como un derecho humano y como una herramienta para combatir la desigualdad territorial, social y económica. La localización, accesibilidad, servicios básicos y conectividad urbana son ejes centrales del programa, alineados con criterios de sustentabilidad y equidad.
Además, se busca impulsar un proceso integral de regularización del suelo y dotación de servicios públicos en zonas marginadas. La entrega de un millón de escrituras forma parte de este esfuerzo por formalizar patrimonios, garantizar seguridad jurídica y facilitar el acceso a financiamiento. Este componente es vital para las familias que durante años han vivido en situación de informalidad y vulnerabilidad. El Plan Nacional de Vivienda se proyecta como una política estructural con profundo impacto social.
Uno de los aspectos más destacados del plan es su capacidad para dinamizar la economía a través de la generación masiva de empleos. Se estima que el programa generará 1.7 millones de empleos directos y 2.6 millones de empleos indirectos, sumando un total de más de 4 millones de oportunidades laborales en el corto y mediano plazo. Estos empleos se distribuirán a lo largo de la cadena de valor de la construcción: desde la producción de materiales hasta la edificación, equipamiento y servicios.
El sector de la construcción es uno de los motores tradicionales del crecimiento económico en México, y el Plan Nacional de Vivienda refuerza esta dinámica al garantizar inversión pública sostenida en la edificación residencial. Este estímulo se traducirá en un incremento del PIB sectorial y en la reactivación de economías locales, especialmente en municipios de alta marginación. Al incentivar la demanda de insumos y servicios, también se impulsa a pequeñas y medianas empresas de la cadena constructiva.
Otro factor clave es la formalización del empleo. Al ser promovido desde el Estado, el programa prioriza la contratación con derechos laborales y prestaciones sociales, lo que contribuirá a mejorar las condiciones de vida de miles de trabajadores. También se contempla la inclusión de mujeres en actividades tradicionalmente masculinizadas como la albañilería, carpintería o pintura, promoviendo la equidad de género en el sector. La política de vivienda se convierte así en una palanca de justicia social y económica.
La recuperación de 600,000 viviendas abandonadas es uno de los ejes más innovadores del plan. Durante años, miles de viviendas construidas por desarrolladoras privadas quedaron deshabitadas por su mala ubicación, falta de servicios o inseguridad. Este fenómeno no solo representó una pérdida económica para muchas familias, sino que derivó en focos de deterioro urbano, delincuencia y marginación en diversas ciudades del país. Recuperarlas representa una estrategia eficaz y sostenible.
El gobierno planea rehabilitar estas viviendas con inversión pública y alianzas con gobiernos estatales y municipales. Se priorizarán aquellas unidades localizadas en zonas con potencial de integración urbana y disponibilidad de servicios públicos. La estrategia incluye mejoras en infraestructura, reordenamiento territorial, seguridad y transporte, de manera que las viviendas recuperadas sean funcionales, dignas y habitables. Así se evita el desperdicio de recursos y se aprovechan activos ya construidos.
Además, esta medida tiene beneficios ambientales importantes, ya que disminuye la presión por expandir la mancha urbana y reduce la huella ecológica de nuevas construcciones. En lugar de ocupar más suelo rural o zonas naturales, se revitalizan áreas ya urbanizadas. El enfoque de "reusar, rehabilitar y reintegrar" es coherente con los principios de sostenibilidad urbana y representa una lección aprendida frente a errores del pasado. Es una acción de política pública con alto valor estratégico.
El componente de construcción de 186,000 nuevas viviendas tiene como prioridad atender a la población que no ha tenido acceso a crédito formal ni a políticas de vivienda en años anteriores. Se priorizarán grupos vulnerables como madres solteras, personas con discapacidad, comunidades indígenas y trabajadores informales. Las viviendas estarán ubicadas en zonas con buena conectividad, cercanas a servicios de salud, educación y transporte, rompiendo con el patrón de periferias aisladas.
Para lograrlo, el plan establece criterios territoriales estrictos, en colaboración con gobiernos locales y expertos en urbanismo. Se evitarán desarrollos masivos sin planificación, y en su lugar se impulsarán proyectos de pequeña y mediana escala que se integren al tejido urbano existente. También se contempla la promoción de vivienda vertical en ciudades densas, así como intervenciones de mejoramiento integral de barrios populares con dotación de servicios, pavimentación y espacios públicos.
En cuanto al diseño, las viviendas se construirán con criterios de eficiencia energética, accesibilidad universal y materiales sostenibles. Se promoverá el uso de tecnologías de bajo impacto ambiental, incluyendo sistemas de captación de agua de lluvia, paneles solares y diseño bioclimático. La vivienda nueva no solo será un techo, sino también un espacio digno, saludable y funcional. La calidad será una prioridad, para garantizar condiciones de vida adecuadas a largo plazo.
El objetivo de entregar un millón de escrituras durante 2025 responde a una deuda histórica del Estado mexicano con millones de familias que habitan en predios irregulares o que no han podido formalizar la propiedad de sus viviendas. La regularización es un paso fundamental para brindar seguridad jurídica, facilitar el acceso a servicios públicos y permitir que las familias puedan heredar, vender o hipotecar su patrimonio.
La estrategia implica un trabajo coordinado entre el gobierno federal, los estados y los municipios para agilizar los procesos de escrituración, revisar catastros, actualizar registros y otorgar subsidios para cubrir los costos notariales. En muchos casos, se trata de viviendas construidas por autoconstrucción en zonas populares, donde la regularización permitirá no solo legalidad, sino también acceso a programas sociales, créditos de mejora y servicios urbanos.
La formalización también tiene un efecto dinamizador en la economía local, ya que las viviendas legalizadas pueden convertirse en garantía para créditos productivos, escolares o de salud. Asimismo, otorga tranquilidad y estabilidad a millones de familias, muchas de las cuales han esperado décadas por un documento que certifique su derecho sobre el inmueble. La entrega de escrituras es una acción de justicia social que transforma vidas.
El Plan Nacional de Vivienda implica una inversión pública significativa, con recursos provenientes del presupuesto federal, fondos fiduciarios y aportaciones de organismos multilaterales. También se contempla la participación del sector privado mediante esquemas de coinversión, alianzas público-privadas y financiamiento socialmente responsable. La meta es movilizar recursos sin comprometer la sostenibilidad fiscal, asegurando eficiencia, transparencia y resultados medibles.
La coordinación institucional es clave para la ejecución del programa. Participan instancias como la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (SEDATU), el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (INFONAVIT), la Comisión Nacional de Vivienda (CONAVI) y gobiernos estatales y municipales. Cada uno tiene un rol específico, desde la planeación urbana hasta la ejecución de obras y escrituración de propiedades.
El plan también contempla la creación de un sistema de monitoreo y evaluación en tiempo real, que permita medir avances, detectar retrasos y corregir desvíos. Se busca evitar experiencias pasadas donde la corrupción, la mala planificación o la falta de supervisión afectaron el éxito de políticas similares. La transparencia y la participación ciudadana serán pilares del modelo de gobernanza para garantizar confianza y legitimidad.
El impacto del Plan Nacional de Vivienda va más allá de la construcción de casas. Implica una transformación profunda del espacio urbano, al promover ciudades más compactas, conectadas, inclusivas y sustentables. Se espera una reducción en los niveles de hacinamiento, mayor acceso a servicios básicos y una mejora en los indicadores de salud, educación y seguridad urbana. La vivienda actúa como eje articulador de múltiples dimensiones del bienestar.
También se busca fortalecer el tejido social en los nuevos desarrollos habitacionales y en las zonas rehabilitadas. Para ello, el plan incluye componentes culturales, deportivos y comunitarios que fomenten la convivencia y la participación ciudadana. El diseño de espacios públicos, centros comunitarios y áreas verdes será parte integral de los proyectos, con el objetivo de construir entornos seguros y cohesionados.
A nivel social, el programa busca reducir las brechas de desigualdad y territorializar la justicia social. Muchas de las acciones estarán dirigidas a comunidades indígenas, afrodescendientes, zonas rurales y periferias urbanas. Esto permitirá equilibrar el desarrollo territorial y garantizar que el derecho a la ciudad y a una vivienda digna no sea un privilegio, sino una realidad para todos los mexicanos.
El Plan Nacional de Vivienda de 2025 se perfila como una de las políticas más integrales, inclusivas y transformadoras del sexenio de Claudia Sheinbaum. No se trata solamente de construir casas, sino de reconstruir el tejido social, recuperar espacios urbanos, garantizar derechos y dinamizar la economía con una visión de justicia territorial. Con voluntad política, transparencia y participación ciudadana, este plan puede cambiar la vida de millones de personas.
Su enfoque integral —que combina construcción, recuperación, regularización y desarrollo comunitario— lo convierte en una estrategia clave para combatir la desigualdad estructural en México. A través de la vivienda, el Estado busca articular oportunidades, reducir brechas y generar condiciones de vida dignas. Si se ejecuta con eficiencia y responsabilidad, marcará un hito en la historia de la política social en el país.
El reto es enorme, pero también lo es el potencial transformador. El Plan Nacional de Vivienda no solo construye hogares, sino también esperanza, equidad y futuro. Es una apuesta por un México más justo, más habitable y con oportunidades reales para todas y todos.